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¿Qué es el Mal de Montaña?

  • Por Carbono Catorce Team. Fotografía: Nevado de
  • 15 oct 2016
  • 6 Min. de lectura

"¿Es cierto que a mayor altura hay menos oxígeno en el aire?" Esta es una pregunta común que solemos hacernos al comenzar a incursionar en la montaña. Si bien la concentración de oxigeno no cambia al estar en altura, si existen variaciones físicas que darán por resultado que nuestro cuerpo sea propenso a desarrollar diferentes síntomas conocidos popularmente como Mal de Montaña. Primeramente debemos recordar que el aire que respiramos está compuesto por distintos gases entre los que se encuentra el nitrógeno con un 78%, el oxígeno representa un 21% del total y otros gases 1%. Este porcentaje se mantiene constante a diferentes alturas, por lo que encontraremos la misma cantidad de oxigeno ya sea estando de pie en la playa o bien, en la cima de alguna montaña.

Entonces ¿Por qué se dice que nuestro organismo está recibiendo menos oxígeno a medida que nos encontramos a mayor altura? A medida que aumenta la altura geográfica, va disminuyendo la presión atmosférica (PA), Para ejemplificar: la PA a nivel del mar es de 760 mm/Hg (1 atmósfera = 1 torr). Así, si multiplicamos la presión atmosférica a nivel del mar por el porcentaje de oxígeno, tenemos que la presión atmosférica de oxígeno es de 159,6 mm/Hg, mientras que si nos encontramos a 5.500 metros de altura sobre el nivel del mar (MSNM) la presión atmosférica disminuye a la mitad, y por lo tanto la presión atmosférica de oxígeno es de 79,8 mm/Hg. Por lo tanto, a pesar de que el porcentaje del 21% de oxigeno se mantiene constante en el aire, claramente nos damos cuenta que la oferta de oxígeno a medida que ascendemos es cada vez menor debido a la disminución de la PA y varía en forma proporcional a la altura. Cuando nos exponemos a ésta situación nos enfrentamos a una hipoxia hipobárica, también denominado Mal Agudo de Montaña (MAM).

La primera descripción de los malestares asociados al ascenso a grandes alturas en América, fue realizada en 1590 por el padre jesuita José de Acosta en los Andes Peruanos, quién al cruzar la cuesta de Pariaca (4.800 MSNM), describió los diversos trastornos a los que se enfrentaban “los hombres y los animales” atribuibles "a lo sutil del aire". Sin embargo, una documentación clínica y fisiológica del padecimiento sobre mal agudo de montaña (MAM), fue hecha por Ravenhill hasta el año de 1907, mientras trabajaba para una compañía minera en el norte de Chile a una altitud de 4.700 MSNM. La descripción de los sintomas hecha por Ravenhill corresponde a la sintomatología del MAM simple o benigno que aparece en la mayoría de la gente que asciende a la altitud.

¿Cómo responde mi cuerpo al estar expuesto a la altura?

Frente a la falta de oxígeno en el ambiente, el organismo pone en juego una serie de mecanismos destinados a compensar esta deficiencia. Esta fase inicial se conoce como acomodación, y se caracteriza por la aparición de taquipnea (aumento de la frecuencia respiratoria, rápida y superficial) y taquicardia (aumento del ritmo cardiaco) que aumentan la entrega de oxígeno hacia los tejidos, sin embargo, esto conlleva a una sobrecarga de trabajo al sistema respiratorio y circulatorio.

Este mecanismo de hiperventilación inicial es transitorio, ya que su consecuencia es la eliminación de bióxido de carbono acumulado con la consiguiente alcalosis respiratoria, que a la vez actúa como un estímulo que frena el centro respiratorio. Esta alcalosis respiratoria de alguna manera contribuye a la aparición del mal agudo de montaña. Superado este mecanismo inicial entran en acción procesos de compensación metabólica a través de un lento proceso de eliminación de bicarbonato a través de la orina.

Si esta exposición a la hipoxia se prolonga más allá de algunas horas, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos más "económicos" que los anteriores y que progresivamente van a relevar a la taquipnea y taquicardia; es el proceso denominado aclimatización.

La velocidad y calidad de la adaptación varía en cada individuo y no depende del entrenamiento previo ni del número de veces que se ha estado en la altura previamente, sino más bien depende de factores congénitos ligados a la sensibilidad de los quimiorreceptores carotídeos.

Signos y síntomas del MAM

El MAM se caracteriza por un conjunto de síntomas y signos que pueden aparecer a partir de los 3000 MSNM y que quedarán supeditados a nuestra susceptibilidad individual ante la hipoxia. Estos síntomas pueden ser desde casi imperceptibles hasta graves dependiendo de varios factores incluyendo la altura, velocidad de ascenso y condiciones físicas individuales previas.

Signos y síntomas comunes a la exposición a la altura:

  • Dolor de cabeza,

  • Sensación de fatiga

  • Falta de aire al realizar ejercicio,

  • Pérdida del apetito,

  • Náuseas, vómitos,

  • Disminución del volumen urinario,

  • Dificultad para dormir

  • Retención de líquidos

A partir de los 5000 MSNM podemos encontrar también signos y síntomas como:

  • Disminución de la capacidad de trabajo expresada en volumen máximo de oxígeno. (A 5.360 MSNM se reduce en un 50%)

  • Proteinuria (presencia de proteínas en la orina en cantidad mayor a la normal)

  • Dilatación de vasos retinianos que pueden producir hemorragias

  • Respiraciones irregulares durante el sueño

  • Aumento de viscosidad sanguínea con los consecuentes trastornos de microcirculación

  • Alteraciones psicológicas (depresión, agresividad, angustia, retardo psicomotor)

  • Deshidratación favorecida por la disminución de la humedad ambiental en altura

  • Hipertensión del circuito pulmonar que en casos extremos puede generar un edema pulmonar

Tengo MAM ¿Qué hago?

En general el MAM benigno o moderado es un padecimiento común cuyo tratamiento es sintomático a través del uso de analgésicos para la cefalea y en caso necesario, algún antiemético para controlar las náuseas. Generalmente el malestar deberá remitir al cabo de algunas horas sin mayores complicaciones gracias al proceso de aclimatización o bien, al descender a cotas de altura menores. Mantener una buena hidratación es imprescindible, por lo que es muy importante tomar pequeños sorbos de agua en forma constante a pesar de no sentir sed. Un elemento de alerta sobre si nuestro nivel de hidratación no está siendo adecuado es que no estemos orinando con regularidad o el color de nuestra orina se vuelva más oscuro de lo normal sin que exista algún otro factor clínico presente.

Si los síntomas no ceden con lo anterior y sobre todo al estar en alturas superiores a los 5000 MSNM se observa aumento de la frecuencia respiratoria sobre 20 respiraciones por minuto, incremento de la frecuencia cardiaca sobre 100 por minuto o la disminución de la saturación de oxígeno por debajo de un 75%, así como la aparición de síntomas graves como como disnea (no poder respirar) , tos seca que progresa a húmeda, estertores (ruidos al respirar), ataxia (dificultad en la coordinación de movimientos) pueden presentarse complicaciones graves que pueden llevar a la muerte al paciente como el edema pulmonar agudo de altura (EPAA) y el edema cerebral agudo de altura (ECAA). En este caso, si los síntomas son persistentes o se agravan, es indispensable bajar a una altura menor y solicitar la ayuda médica adecuada en forma inmediata.

¿Se puede prevenir el Mal Agudo de Montaña?

Como hemos mencionado, la susceptibilidad para desarrollar los síntomas del MAM dependerá principalmente de condiciones genéticas individuales, aunque también existen factores que influyen en la severidad de los síntomas que podamos llegar a presentar durante nuestro proceso de aclimatización como por ejemplo:

  • Haber consumido alcohol en los días previos al ascenso.

  • Presentar algún cuadro viral previo.

  • Estar tomando algunos medicamentos, por ejemplo algunas personas incrementan su propensión al MAM al ingerir antibióticos.

  • Fatiga física, estrés o falta de sueño.

Algunas recomendaciones que puedes poner en práctica para evitar o disminuir los síntomas del MAM son las siguientes:

  • No comer alimentos grasosos la noche previa al ascenso.

  • Llevar a cabo una ascensión lenta permitiendo tiempos de aclimatización

  • Mantener una buena hidratación previa y durante la estadía en altura (indispensable)

  • De preferencia consumir alimentos ricos en hidratos de carbono durante los días de permanencia en altura.

  • No beber bebidas gaseosas ni alcohólicas (favorecen la deshidratación)

  • Evitar comidas copiosas y abundantes

  • Dormir bien antes del ascenso y estar en buen estado físico en general.

El MAM es uno de los recordatorios que nos hacen las montañas de que debemos de respetar los límites que nos impone la naturaleza y aprender a escuchar a nuestro propio cuerpo. En caso de estar realizando actividades de alta montaña y si presentas algunos de los síntomas de MAM es importante que aprendas a reconocerlos y se lo indiques al guía para que con base en su capacitación y experiencia pueda tomar las medidas adecuadas, así como también es importante puedas estar alerta de los signos y síntomas graves en grandes alturas a los que puedan estar expuestos tus compañeros de cordada durante alguna expedición de alto nivel.

Si bien este padecimiento no puede ser evitado al 100%, en la mayoría de los casos el desarrollar buenos hábitos de alimentación, descanso previo suficiente, permitirnos periodos de aclimatización adecuados, así como mantener un nivel óptimo de hidratación podrán ayudarnos a minimizar sus efectos y nos permitirá concentrarnos totalmente en disfrutar la belleza que nos ofrecen nuestras hermosas montañas.

¡A disfrutar de nuestro deporte con pasión y seguridad!

Bibliografía:

Delpino Agulló, A. (2002). Artículo Enfermedad Aguda de Montaña (EAM), publicado en la revista electrónica El Médico Interactivo, Grupo Saned, Madrid, España.

Vargas D, Manuel, Osorio F, Jorge, Jiménez E, Daniel, Moraga C, Fernando, Sepúlveda D, Margarita, Del Solar H, José, Hudson M, Cristián, Cortés M, Guillermo, & León L, Angélica. (2001). Mal agudo de montaña a 3.500 y 4.250 m: Un estudio de la incidencia y severidad de la sintomatología. Revista médica de Chile, 129(2), 166-172. https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872001000200007

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